Durante los últimos meses hemos sido testigos de cómo el clima de desconfianza se ha instalado
en nuestro país. Al parecer autoridades, políticos, parlamentarios y empresas, están perdiendo un
elemento básico para el buen funcionamiento de la sociedad: la confianza entre unos y otros.
¿Pero cuán relevante es la construcción de confianzas para el desarrollo social? Nuestra
experiencia en Fondo Esperanza nos ha permitido comprobar que esta esperanza tácita que una
persona u organización deposita en otra, ha sido la clave para que el modelo funcione.
Estamos trabajando por los sueños de 100 mil emprendedoras(es) que se han atrevido a superar
las desconfianzas que su vulnerabilidad social genera en otros, comprometiéndose con lo que los
mueve más allá de sus propias limitaciones económicas y educacionales.
Hablamos de dueñas de casa que buscan equilibrar la crianza con el trabajo, adultos con
escolaridad incompleta con ganas de superarse, mujeres y hombres privados de libertad o que
viven en la calle, y que ven en el emprendimiento un camino para su reinserción social. Personas
que se independizan para aspirar a una mejor calidad de vida pero que no cuentan con la
posibilidad de acceder al sistema financiero tradicional.
Es ahí donde aparece Fondo Esperanza. A través de la confianza en ellos buscamos empoderarlos y
entregarles las oportunidades y herramientas que necesitan para salir adelante en forma concreta
y efectiva. Por esta razón, los microcréditos productivos son complementados con capacitación y
un trabajo comunitario que fortalece sus redes de apoyo. Nuestros 13 años de funcionamiento nos
muestran resultados contundentes. Este grupo -que muchos consideran “riesgoso”-, cumple con
una tasa de devolución de sus préstamos superior al 99%.
Pero la confianza no va sólo desde Fondo Esperanza al emprendedor sino que también se da entre
un grupo de pares reunidos en un Banco Comunal que adquieren el compromiso de avalarse
mutuamente en sus pagos financieros, generando nuevos vínculos y mejores redes de apoyo.
Qué distinto sería el país si lográramos confiar unos en otros como lo hacen los emprendedores de
un Banco Comunal. A veces las lecciones de compromiso y solidaridad vienen precisamente de
quienes más necesitan del apoyo de la sociedad.