Clásicas y Nuevas Tecnologías en la Cotidianeidad.

 

Protagonistas y espectadores de los cambios tecnológicos durante el siglo XX y XXI han

sido autores de numerosas frases que hoy, al ser citadas fuera de contexto, parecen

carecer de sentido, como: “No existe ninguna razón para que alguien quiera tener una

computadora en casa” (dicha en 1977 por Ken Olson, presidente, director y fundador de

Digital Equipment Corp.). Sin embargo, estas mismas pueden ser entendidas como

registros históricos de los notables –y por muchos inesperados- cambios en la inclusión y

masificación de nuevas tecnologías en la sociedad, sobre todas aquellas herederas de la

electricidad y el microchip.

Proyectos musicales como el “Acid Brass” (banda de vientos clásica, reproduciendo el

sonido originalmente electrónico del “acid House”) o el “brasshouse” (similar idea con

exponentes como la banda callejera “Too many Zooz”) son una muestra, de entre muchas,

de cómo en la música -una de las formas de expresión artística más difundida y consumida

por la sociedad en distintos formatos y, por tanto, una importante muestra de los cambios

culturales y tecnológicos- el sonido electrónico se ha llegado a insertar a tal punto que hoy

puede ser asimilable por músicos e instrumentos clásicos análogos que no dependen de

electricidad para su funcionamiento.

En otras expresiones artísticas –en este caso pictóricas- populares como el mural y el

grafiti se ha introducido el “pixel art”, que es una representación pictórica o tectónica

análoga de una imagen originalmente digital. En los soportes para literatura tenemos otro

referente de este proceso que vivimos, representado por el libro electrónico, formato que

no ha eliminado al libro impreso –como se pensó en un principio-, y que es más bien un

formato que pone al alcance del lector la posibilidad de llevar en el bolsillo numerosos

tomos, que de otra manera resultaría físicamente difícil y poco práctico; creando un nicho

totalmente complementario al libro impreso, ya que hoy se entiende que nos interesan

los contenidos pero el contenedor y el formato, según sea el caso, resulta igual o incluso

más importante.

En cuanto a los medios a través de los que consumimos contenidos, hoy tenemos

productos que podrían ser considerados anacrónicos desde la mirada de finales del siglo

XX y principios del XXI; tornamesas con salida de audio digital (con el auge y reproducción

de nuevos vinilos), junto a conceptos en otros ámbitos como el “Internet de las cosas” y la

disponibilidad de objetos de usos más específicos como lápices digitales, entre muchas

otras formas de aplicación tecnológica electrónica y digital en base a objetos de diseño

y/o tecnología análoga que surgen día a día. Estos ejemplos refuerzan la tendencia

observada de la fusión mas no la distinción de los mundos análogo y digital.

Con la amplitud de mirada que nos entrega el paso del tiempo, podemos notar como lo

digital, sin el referente análogo -y viceversa- pierde fuerza y hasta sentido en la

cotidianeidad (el diseño de los relojes digitales, por ejemplo y de los más recientes relojes

inteligentes, han tendido a asimilar características funcionales y de diseño propias de los

relojes de pulsera mecánicos, con el fin único de generar una analogía de uso asimilable

de las nuevas funciones por parte de la mayoría de los usuarios, tengan o no algún

conocimiento de la tecnología aplicada en la construcción del nuevo objeto). No es de

extrañar que hoy se considere el desarrollo de la realidad aumentada (“hololens”, “glass”,

“Layar”, etc.) -que busca justamente aumentar la información presente en la realidad

física-, por encima de la realidad virtual pura -que busca una realidad paralela y/o

desvinculada de la física-.

Lo digital nos puede permitir rescatar nuevas aristas de lo análogo, nos entrega nuevas

herramientas para obtener más material de lo ya existente y desarrollado por años. Esto

queda latente en los mapas digitales, que han dotado de un nuevo soporte a la práctica

del mapeo. Al usuario y específicamente al turista contemporáneo, el mapa impreso o

físico (análogo) clásico presta una utilidad reducida frente a su símil digital en terreno, ya

que el primero no permite ubicación en tiempo real, vistas personalizadas, zoom,

consultas, enlaces, actualizaciones y mucho menos modelado 3d de entornos (entre

muchas otras funciones que se van agregando o perfeccionando). Sin embargo, estas

propiedades se han comenzado a integrar a los mapas e imágenes impresas en distintos

niveles de complejidad a través de los códigos QR y las aplicaciones de realidad

aumentada, convirtiendo las dos expresiones, nuevamente, en complementarias.

En paralelo, el mapeo digital ha creado un nuevo nicho como soporte para la construcción

de un soporte audiovisual de relatos de diferente índole a través de plataformas y

herramientas como los “story maps” o mapas que cuentan historias y que entregan al

público la posibilidad de enlazar y compartir interactivamente hechos, territorios, sonidos

e incluso comentarios, descripción de recuerdos y hasta olores –aún dentro de los límites

de lo audiovisual- a modo de un atlas enciclopédico interactivo utilizando y mezclando las

bases de datos de mapas e imágenes satelitales existentes, lo que lleva a la plataforma a

exponer desde los temas más comunes y cotidianos a los más específicos e inimaginables.

Estos mapas de historias pueden proveer un soporte para la difusión de la identidad de los

lugares asociados a sus costumbres y fiestas, experiencias personales, así como a sus

atractivos turísticos. En este caso los formatos físicos en que podemos acceder a esta

información resultan críticos en su asimilación y uso (hay un antes y un después de la

masificación de los dispositivos móviles con capacidad de conexión permanente a internet

en este respecto).

Con relación a lo anterior, otro ejemplo donde lo análogo-digital juega un papel

preponderante es durante los viajes, modificando la experiencia previa, en el lugar y

posterior a una visita. Así, si se busca información acerca de un lugar, no encontraremos

solo publicidad, sino también comentarios, enlaces, rutas, guías, productos, imágenes,

videos, relatos y un sinfín de otros recursos que se crean día a día, no solo desde las

entidades oferentes de servicios, sino que también de los propios usuarios, quienes

comparten información territorializada en distintos formatos. Claramente hoy existe un

turismo que, en concordancia a la realidad actual, depende cada día más de las

posibilidades que entrega la tecnología digital, las redes y los nuevos medios de

comunicación. Sin embargo, está ahí para abrazar y potenciar el turismo análogo de la

señalética, el mapa impreso, la guía de bolsillo, la infraestructura de servicios, la

arquitectura, el arte y la planificación territorial. Esta fusión encuentra mayor

compatibilidad con la naturaleza humana y sus formas de percepción, memoria y

comunicación, que dependen tanto de un cuerpo físico –sentidos- como de un cuerpo

intelectual –pensamientos, personalidad, sentimientos- que son indivisibles.

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